24 agosto 2009

meditar (...sobre el Zen)

Una de mis miles de tareas pendientes es practicar Zen (o zazen). Algo poco he leído sobre el tema, pero nunca me he puesto seriamente a vivirlo; pero creo que puedo escribir lo que pienso podría ser:

Cuando, ante una dificultad cualquiera, aceptamos que estamos atravesando una situación difícil, y luego, descubrimos que esta circunstancia tuvo un origen, estamos practicando un poco de Zen.

Y si después, vemos que hay una solución a la dificultad, y que además hay una manera para llegar a esa salida, ya estamos practicando un poco más de Zen.


Al reflexionar acerca de qué nos pasa y por qué nos pasa, o sobre una posible solución y de cómo llegar a ella, estamos ocupando unos principios básicos que enseña el Budismo, religión de la cual el Zen tomó una parte importante.


Si alguna vez hemos mirado la naturaleza, y hemos descubierto que es tan sabia y grande, que sería cuestión de llevar un registro de sus comportamientos y códigos; extrapolarlos, y determinar como el ser humano podría encontrar su equilibrio perdido hace ya miles de años, estamos practicando, sin querer, otro tanto de Zen. Del Taoísmo, el Zen recogió esta reciprocidad con la madre naturaleza, entre otras cosas.


En un principio, el Budismo fue de India a China, y una vez allí conoció al Taoísmo. Desde el primer momento supieron que seguirían juntos a través de su descendiente: el Chan. Que luego pasó a Japón, y allí le cambiaron su nombre a uno más local: Zen.


Chan y Zen debieran significar lo mismo: dhyana; palabra en sánscrito que pudiera traducirse al castellano como Meditación, pero en el sentido más difícil. Una meditación que se logra silenciando el cuerpo y la mente, quedándose uno solo con lo que se es... Con sentarnos a media luz y solos, regularmente, estaríamos haciendo dhyana, dicen algunos.

Actualmente existe numerosas y distintas escuelas de Zen y Chan, en las cuales prevalecen diferentes aspectos de las enseñanzas originales. Va a depender en definitiva del discípulo, cual de los distintos caminos pretende seguir. Pero todos los caminos llevan a un mismo sitio: la iluminación. De forma intuitiva podríamos decir que ese estado tiene relación con ver todo claramente, con despertar a un mundo más entendible.


Un aspecto interesante del Zen, entre muchos, es el hecho de aceptar y vivir la cotidianeidad como uno de los secretos de la tranquila felicidad, a diferencia del tiempo que nos toca, el cual dicta que lo novedoso y llamativo es la base de la frenética felicidad. Al estar cien por ciento presente en cada actividad que realizamos, en cada lugar que estamos, en cada momento que vivimos, estamos acercándonos a amar y respetar nuestra vida rutinaria.


Muchos dicen que nosotros los occidentales nunca comprenderemos las maravillas que descubrieron esos pasivos orientales; que nuestro mundo del oeste es incapaz de siquiera tratar de vivir una vida equitativa y simple... Bueno, quizá tengan razón. El mundo es lo que hacemos de él.



(esta es una entrada ex-geocities)

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