18 junio 2006

El Minotigro

Unos rugidos le hicieron estremecer. El minotigro estaba en algún lugar cercano, acechándolo. Parecía que la bestia notaba que un intruso quería llegar a su cubil.

Luego de semanas de búsqueda, dudaba si dar un paso más. No quería morir bajo sus zarpas. Sabía que el encuentro con este ser mitad hombre mitad tigre era impredecible, algunos de los que llegaban hasta él, volvían siendo muy diferentes, pero otros no regresaban.

Al principio sólo fue curiosidad; ¿existiría en realidad?, luego de conversar con quienes regresaron, se preguntó qué ocultaban estas personas de su encuentro, que los había transformado. Y después fue un sentido competitivo que lo motivó. Era todo un reto llegar, y luego regresar con un secreto inconfesable. Ser uno de los pocos que decían haber visto los celestes ojos felinos.

Pero gracias al camino que había recorrido hasta este selvático paisaje, había perdido la curiosidad y la ambición. En las últimas semanas, tuvo que cruzar por un país en guerra, y por algunas zonas azotadas por hambrunas y enfermedades. En vivo y en directo supo la diferencia entre primer y tercer mundo. Entre derroche y escasez. La muerte y la desilusión lo dejaron exhausto, vacío de su antigua vida. Ahora, en esta noche de luna llena, su motivo era otro. Miró unos instantes la luna, ¿podría este astuto ser darle una respuesta?.

Un nuevo rugido lo trajo de vuelta a la colina, y de súbito el silencio puso alerta todos sus sentidos. Retomó el sendero que subía hasta la cima desnuda del monte. La tupida vegetación daba paso a unas rocas afiladas, un pequeño arroyo se escuchaba unos metros más adelante, entre los peñascos. Sacó su vacía cantimplora, se arrodilló ante el suave torrente y se dispuso a llenarla, entonces una extraña sensación le hizo levantar la mirada. La gran criatura asomó entre las grietas, bajando hacía él.

Del doble de tamaño de cualquier hombre, vestía una manta larga que dejaba ver un albino y felpudo pecho, que también dejaba ver las patas y cola rayadas. La cabellera le llegaba hasta los codos velando en partes su rostro, que sería de una persona normal salvo por los ojos. Una mirada profunda, escrutadora, que hipnotizaba al que se posaba en ella.

—Sé por qué estás aquí —dijo en un tono bajo y susurrante—. Buscas respuestas.

—Sí —respondió tímidamente el intruso. Bajó la mirada y vio como la luna se reflejaba en el riachuelo, quería formular la duda de la mejor manera.

—No te esfuerces —continúo el minotigro, sentándose en una roca—. No te puedo responder quien eres, si ni siquiera sabes lo que quieres. Ahora —su voz sonó aún más grave—, te quedarás con nosotros, y cuando encuentres por ti mismo las respuestas a todas tus preguntas, podrás partir. Te aconsejo que no intentes marcharte antes de que te sea permitido, no llegarías muy lejos con una flecha atravesada en el cuello.

Comenzaron a subir juntos, la gran sombra delante se movía lentamente entre las rocas. El viajero se detuvo y volviéndose miró el camino que bajaba, un gran río de plata serpeaba en el valle. Vaciló por un momento, echó un fugaz vistazo al minotigro que lo esperaba. Bebió un sorbo de agua, de pronto se sintió muy enfermo, las formas se le mezclaron unas con otras y con el sudor que se deslizaba por su frente.

Se desmayó.


Autor: Gio
© 2004

2 comentarios:

  1. oye!!! pero ke pasa al final po' no lo dejes asi... hay segunda parte no cierto???
    me dejaste con los nervios de punta...

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  2. je je je... gracias por el comentario; la continuación está en rumeo...

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