una senda pasa por Santiago
“Haz crónica”, dijo Maitia el día que chateamos también con Maramín, al contarles que me juntaría con Alfredo Lavergne, poeta y jaiyín chileno radicado en Canadá. “Ok” le respondí, pero no alcancé a preguntarle cómo se hacía una crónica... “Ya lo veré en google”, pensé.
Alfredo fue el primer jaiyín coterráneo que conocí en internet, su libro aún no publicado en papel: “Haiku o Jaiku. Adaptación y selección de haikus japonés” (que está en la red para descargar), es su personal intento de acercar el bienamado haiku al “lenguaje chileno”. Si bien hablamos y escribimos en castellano, todas las culturas tienen distintas formas de juntar palabras, y no somos la excepción. Esto también busca difundir el género literario, y/o filosofía, por estos lados sureños.
“A las siete, entonces”, concertamos cortando el teléfono. Luego, algunos temores fundados del tipo: “¿y si es un caníbal o un psicópata?”... él también pensó algo parecido. Pero ya sentados en una mesa fuera del bar, con los ruidos de la hora de mayor tráfico como fondo, nos fuimos soltando... quizá gracias a la cerveza inicial.
Todo lo que he aprendido e intercambiado sobre haiku, hasta ahora, ha sido gracias a webs como: El Rincón del Haiku, Asfalto Mojado, No-Michi, y Paseos, entre otras. Así mismo, partimos comentando lo importante que ellas son, enmarcadas siempre por el respeto hacia el aprendiz. Y lo acogedores que son los webmasters, webmistress, moderadores y miembros.
Llegamos al haiku por caminos distintos, en mi caso desde la curiosidad por la espiritualidad oriental, y en el suyo desde los estudios de literatura y su pasión por la poesía. Pero allí estábamos hablando de cómo subestiman algunos poetas o escritores, de círculos chilenos de literatura, el hecho de escribir tan poco en tres versos porque es muy fácil... “aparentemente fácil”, especificamos. Hablando también del sonido del silencio entre un verso y otro, del eco o resonancia en la conciencia, que busca (y a veces encuentra) el jaiyín en su entorno que lo motiva a usar el lápiz (o el teclado). De la actitud del corazón (intuición) más que del intelecto (razón), que se necesita para escribir o leer estos tercetos. Y de lo difícil, prácticamente imposible, que es encontrar libros relativos en librerías de Chile, pues no es rentable, de hecho por eso Alfredo aún no encuentra una editorial que se interese por sus traducciones. Crítica aparte el hecho que paguemos impuesto por la cultura.
Le compartí una idea, que hace poco me llegó cuando ordenaba unos apuntes: sería bueno iniciar en Santiago un taller de haiku, así ir aprendiendo en vivo y en directo, como complemento quizá de los muy buenos que ya tenemos en internet... Y más adelante, quién sabe, tal vez perfilarlo como un club o asociación chilena de haiku (¡guau!)... De inmediato ofreció su ayuda, mientras esté en el país; y esbozó un modo para darlo a conocer e invitar gente.
Fue emocionante por fin conversar cara a cara con un jaiyín. Extraño no tener que partir explicando que el haiku “es un pequeño poema japonés...”, y hablar del eterno debate por el uso estricto de la métrica. O hablar de kire o kigo como palabras de uso diario... bueno, sí son de uso diario, por lo menos en el medio escrito.
“Una crónica es un relato casi desordenado de lo que ocurrió, con no más de una o una carilla y media”, él mismo me explicó. Esta es mi tercera noche tratando de terminarla.
Alfredo fue el primer jaiyín coterráneo que conocí en internet, su libro aún no publicado en papel: “Haiku o Jaiku. Adaptación y selección de haikus japonés” (que está en la red para descargar), es su personal intento de acercar el bienamado haiku al “lenguaje chileno”. Si bien hablamos y escribimos en castellano, todas las culturas tienen distintas formas de juntar palabras, y no somos la excepción. Esto también busca difundir el género literario, y/o filosofía, por estos lados sureños.
“A las siete, entonces”, concertamos cortando el teléfono. Luego, algunos temores fundados del tipo: “¿y si es un caníbal o un psicópata?”... él también pensó algo parecido. Pero ya sentados en una mesa fuera del bar, con los ruidos de la hora de mayor tráfico como fondo, nos fuimos soltando... quizá gracias a la cerveza inicial.
Todo lo que he aprendido e intercambiado sobre haiku, hasta ahora, ha sido gracias a webs como: El Rincón del Haiku, Asfalto Mojado, No-Michi, y Paseos, entre otras. Así mismo, partimos comentando lo importante que ellas son, enmarcadas siempre por el respeto hacia el aprendiz. Y lo acogedores que son los webmasters, webmistress, moderadores y miembros.
Llegamos al haiku por caminos distintos, en mi caso desde la curiosidad por la espiritualidad oriental, y en el suyo desde los estudios de literatura y su pasión por la poesía. Pero allí estábamos hablando de cómo subestiman algunos poetas o escritores, de círculos chilenos de literatura, el hecho de escribir tan poco en tres versos porque es muy fácil... “aparentemente fácil”, especificamos. Hablando también del sonido del silencio entre un verso y otro, del eco o resonancia en la conciencia, que busca (y a veces encuentra) el jaiyín en su entorno que lo motiva a usar el lápiz (o el teclado). De la actitud del corazón (intuición) más que del intelecto (razón), que se necesita para escribir o leer estos tercetos. Y de lo difícil, prácticamente imposible, que es encontrar libros relativos en librerías de Chile, pues no es rentable, de hecho por eso Alfredo aún no encuentra una editorial que se interese por sus traducciones. Crítica aparte el hecho que paguemos impuesto por la cultura.
Le compartí una idea, que hace poco me llegó cuando ordenaba unos apuntes: sería bueno iniciar en Santiago un taller de haiku, así ir aprendiendo en vivo y en directo, como complemento quizá de los muy buenos que ya tenemos en internet... Y más adelante, quién sabe, tal vez perfilarlo como un club o asociación chilena de haiku (¡guau!)... De inmediato ofreció su ayuda, mientras esté en el país; y esbozó un modo para darlo a conocer e invitar gente.
Fue emocionante por fin conversar cara a cara con un jaiyín. Extraño no tener que partir explicando que el haiku “es un pequeño poema japonés...”, y hablar del eterno debate por el uso estricto de la métrica. O hablar de kire o kigo como palabras de uso diario... bueno, sí son de uso diario, por lo menos en el medio escrito.
“Una crónica es un relato casi desordenado de lo que ocurrió, con no más de una o una carilla y media”, él mismo me explicó. Esta es mi tercera noche tratando de terminarla.

Es frecuente en occidente relacionar la métrica de 5-7-5 sílabas del haiku con la poesía breve. Creo que los modismos tienen a las comparaciones; y, de pronto, se olvida la esencia, ese despertar, instante único e irrepetible del aquí y ahora. Muy buena crónica, Gio. Ha sido un gusto pasar por aquí.
ResponderBorrarMaria Rosa Perea : Shou
Hola Gio, he estado viendo tu blog y te prometo que volveré. Será otro espacio donde el haiku ocupe un sitio preferente.
ResponderBorrarPreciosas fotos de ese lindo pais que algun dia pienso visitar
Un abrazo
Tirma